He sido nómada desde la cuna. Recuerdo mi primer viaje de niño como una aventura colmada de emociones y sensaciones. Un día mi abuela Jovita me llevó a un largo viaje en bus. Viajamos desde Popayán, la ciudad donde nací -una de las ciudades coloniales más antiguas de América- hasta un pueblo llamado La Unión, localizado en el departamento de Nariño, sur de Colombia, el cual configura frontera con Ecuador.
Popayán es uno de los destinos turisticos más relevantes de Colombia cuna de próceres, y de una larga historia; sus procesiones de Semana Santa fueron declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad
Fue un viaje de doce a catorce horas, que en aquellos años 60s, dependía de las condiciones climáticas y de que no hubiera derrumbes en la carretera. Dichos viajes eran duros, como digo a "mula de lomo", toda una aventura, pues se transitaba por una carretera sin pavimentar, a través de un tramo rispido, atravesado por la falla sísmica de Romeral, y me refiero a la carretera Panamericana, una de las más extensas del mundo, que va de Alaska hasta la patagonia Argentina. En su discurrir por la parte Colombiana, en particular por el Cauca, atraviesa unos paisajes esplendorosos, entre estos, el ardiente y agreste valle del Patía, la depresión geográfica más calurosa de Colombia, numerosas montañas, volcanes, nevados y decenas de abismos empotrados sobre la cordillera central.
Nuestras cabezas caen presas de remolinos de polvo que dan vueltas al interior del bus de un lugar a otro, al punto que el polvo se convierte en compañero de un viaje tortuoso, pero a mis ojos, maravilloso y grato por la compañía y los cuidados amorosos que me dispensa mi abuelita, quien sobre su cabeza porta un enorme manto negro y ha cubierto la mia con otro mas pequeño de color blanco.Evoco sobre aquela odisea viajera, que unos contundentes rayos de sol que penetran como flechas por las ventanillas de aquel bus de la Flota Magdalena, formando figuras relucientes y alegres que revolotean en el aire y se asemejan a una proyección de cine, de la que emergen como por arte de magia una cantidad inverosímil de figuras chinescas.
El conductor se detiene en los pintorescos pueblos a lo largo de la extensa carretera para comer, descansar, recoger o dejar pasajeros. Entre tanto, los vendedores se arremolinan frente a cada ventanilla del bus para ofrecer sus variados y llamativos platillos de las gastronomías locales. En el Bordo, en medio de una algarabia sin fin, una sinfonía de frutas encabezada por la sandía, chuzos de carne o combinados, en los restaurantes disponen de sancocho de pollo o pescado, carne guisada, asada, pollo frito con arroz y papas; en El Patía, exquisito kumis con galletas, en El Estrecho, piña en rodajas, sandia, bolitas de alfandoque con maní, plato de frito con yuca, papas y gaseosa, tantas cosas, además de gelatinas, bocadillos, caña de azúcar y agua para refrescarse ante el riguroso y extremo clima.
Saciados una y otra vez nuestra sed o ganas de comer, mi abuelita conocedora de aquella carretera, mitiga las nubes de polvo cubriendo nuestras cabezas con las pañoletas que a bien se procuro llevar para tal fin.
En un momento de silencio, atento giro mi cabeza y dirijo mi mirada por entre las rendijas que nos deparan las pañoletas para ver sus grandes ojos negros, mientras recorro su rostro. Durante un instante detengo mi mirada en sus cejas y pestañas sobre las que se acumulan el polvo amarillento de la carretera, y compruebo que sin duda nos hemos convertido en unos fantasmas, mientras yo recostado sobre el regazo de ella, oteo con curiosidad todo lo que acontence dentro del bus polvoriento, asi como el variado paisaje que se desliza y transcurre veloz afuera.
Ella fue devota, porta un rosario cuyas pepitas desliza una por una entre sus manos con lentitud, entre tanto reza en silencio durante el viaje para que no ocurra nada malo. De hecho dejo encendida en su casa sendas veladoras encomendadas a San Martin de Porres y San Cayetano, sus santos favoritos. La flota era entonces, y continúa siéndolo, el único medio para llegar a aquellos poblados alejados de la vía Panamericana incrustados en la nubes de los andes colombianos.te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:
te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:
te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.
Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola
hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia".
Señala el escritor y poeta Marco Antonio Campos en el sitio web literalilad.co: "Igual que en Whitman, en Perse1, en Elytis o en Claudio Rodríguez, la poesía de Aurelio Arturo llama a la celebración, a la felicidad y a la delicia de los sentidos. A diferencia de ellos, su obra es brevísima. Cosa de catorce poemas que reunió en un pequeño tomo titulado Morada al sur 2. Para qué más si la siega terminó pronto y el trigo fue muy bueno. Como le confesó varias veces al poeta Mario Rivero, creía que todo lo había dicho en un libro, ese libro, que parece más un escueto espicilegio que una obra, y así pervivirá. Y más: algunos poemas, por cierto de los mejores, ya los había publicado jovencísimo en revistas y suplementos al principio de la década de los treinta."No recuerdo cuántas veces leí el breve libro. Lo que sí recuerdo muy bien es que durante un largo tiempo me fue imposible volver a ninguna otra poesía. Los poemas de Aurelio me acompañaban tan totalmente que no había cabida en mí para otras voces que no fuera la suya, para otra nostalgia sin salida que no fuera la de esas tierras del sur y esa infancia dichosa evocadas por él. Esta deslumbrada invasión de la poesía no me había ocurrido nunca antes ni creo que me ocurra ya jamás. Es un milagro que no puede repetirse". ÁLVARO MUTIS"
Dos motivos axiales evoca en su obra: los paisajes de la infancia y la mujer. Algunas veces mujer y paisaje se integran sensualmente en los versos. Los poemas de Aurelio Arturo parecen escritos en los primeros días de la Creación y el jardín adánico es una tierra verde en el suroeste lejano de Colombia y las mujeres se reconocen en una Eva. Ese jardín se encuentra cerca del Ecuador y del Océano Pacífico, y se llama La Unión, pueblo de montaña, o mejor dicho, son los alrededores del pueblo: haciendas, campos, montañas, ríos, aldeas. Fue el jardín encantado, el gran jardín. De su pequeño mundo Aurelio Arturo hizo un mundo para todos. A su región el poeta venteño3 gusta designarla como país, como lo hicieron con Quebec en sus libros Gaston Miron (El hombre parchado) y Gatien Lapointe (Oda al San Lorenzo). Pero asimismo, para él, una muchacha y el viento y la poesía pueden ser un país".
Fue entonces desde Popayán a la Unión Nariño mi primer viaje de ida y vuelta en un bus. No puedo olvidar como esta experiencia viajera hacia otro pais - uno de los tantos países que conforman a Colombia- me condujo a conocer la tierra de mis ancestros y a comprender después por qué el gran Aurelio Arturo, escribió como lo hizo, que no fue otra cosa que desde lo profundo de su terruño, a pulso de corazón, sentimientos y vivencias, lo que lo convirtió en definitiva en "el poeta del sur".
Configura este viaje con mi abuela, el único que ella hizo conmigo y yo con ella durante toda mi vida. Retornaría varias veces por tan encantadores paisajes. Por todo, resultó un viaje memorable, que perdura en mi memoria, por lo que mi abuela materna se ganó un lugar en mi corazón, además de convertirse en mi fantasma preferido, cada vez que realizo un viaje es mi fuente de inspiración.
Viajar hoy por la vía Panamericana no ha cambiado mucho, salvo que está totalmente pavimentada, el viaje se redujo de cuatro o cinco horas, por una ruta que preserva su verdor, inmensidad y resulta un impacto para los sentidos, y como vemos, fuente de inspiración, vida y creación. Con una salvedad, la via Timbio-El Estanquillo, la que poco a poco se la engulle la falla del Romeral.
Se conservan los mismos buenos comederos, pero lamento decirles que ya no van y vienen los refulgentes remolinos de polvo dentro del bus, desaparecieron, lo que jamás desaparecerá es el fantasma viajero que fui junto a mi abuela.
No olviden Leer Te Alimenta, recomendado por los Nutricionistas.
(A Popayán o Pasto puntos de partida de este viaje hacia la tierra de mis antepasados, como de Aurelio Arturo, se llega por vía aérea desde Bogotá o Cali)
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Fotografias de Popayán Hever Erazo Bolaños
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Fotos de El Patia y el Estrecho Wikipedia
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Carretera_Panamericana
https://literariedad.co/2016/04/17/aurelio-arturo-el-poema-es-un-pais-que-suena/
https://www.todacolombia.com/geografia-colombia/relieve-colombia.html
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/arturo_aurelio.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Hoz_de_Minam%C3%A1
https://www.elcorteingles.es/libros/A27835082-morada-al-sur-y-otros-poemas-tapa-blanda/#
https://www.radionacional.co/cultura/aurelio-arturo-un-narinense-inspirador
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